Dentro de este intenso movimiento de oportunidad de alquimia y afinación, la Madre Divina y Galáctica entregan fortaleza e impulso para el viaje mediante la alineación astrológica de siete (número mágico de la esencia y pureza) , aumentando el sello del campo y corazón de Gaia a través de los humanos que aprovechen este impulso para descubrir en sí lo desafinado y afinar en diversos aspectos de la vida, pues cada planeta es especialista en sostener el amor en una frecuencia determinada que Gaia integra en su campo y corazón con ayuda de sus seres. Y así se repara el tejido del que está a cargo la humanidad, pues cada ser humano ha de recuperar su frecuencia como templo y altar viviente.
Gran parte de estos planetas van a ofrendar su sabiduría mediante el portal de Piscis del campo de Gaia, por lo que muestra la sintonía del año astrológico de compasión, de abrazo tierno, de identificación de emociones destructivas y paralizante para ir afinando a los sentimientos que componen la verdad divina y ordenan el cosmos. Además, nos encontraremos al Sol y la Luna ofrendando su energía también por ese portal. Es un momento de profunda reflexión y de pasos hacia el regreso a la esencia. Por ello, el ascendente de este momento es Escorpio, que con su capacidad de ir profundo, continuar sosteniendo luz y alumbrar el camino de lo que se separó, va a dar fuerza a este periodo de trascendencia del propio ciclo emocional.
La cruz cósmica del evento se sustente en los cuatro elementos.
Un evento poderoso en que se ponen al servicio de Gaia y sus seres: Saturno, Mercurio, Neptuno, Venus, Urano, Júpiter y Marte.